pyr040 barriere, garcía, gris – chamber music

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bowed metal. electric hum. squeals and squelches. fractured percussions. is it live? is it electro? low rumbles and fluttering squeaks. droning tones while construction labors away underneath it all. wheels and gears. pulsing menace threatens to break free. voices in the dark. clicks and pops. insects learning. atmospheric radio signals, clouds roll in. ambiguity.

lali barriere, miguel garcía and tomas gris documented this improvised electro-acoustic session in february of 2011. objects were miked, amplified, not miked, not amplified, etc. electronics were used. 17.54 minutes.

music by
lali barriere – objects, miguel a. garcía – electronics, tomas gris – objects

recorded live in arphouse, madrid, 11-2-11. edited by miguel a. garcía. mastered by ferran fages & tzesne. drawing by raúl domínguez

press

Of late I find myself digging live performances such as Chamber Music by Lali Barriere, Miguel A. García and Tomas Gris.* This Pan y Rosas release documents a February 2011 performance by this trio in Madrid at the Arp House, a improvisational concert hall for improvisational “encounters” such as these. You may know García as xedh and the curator of the seemingly defunct netlabels Larraskito and Doministiku. Gris has performed several times with García, but also has several improvisation releases out of his own. Barriere, the only woman of the trio, is quite accomplished experimental musician with work in the acoustic and electronic medium. With Barriere and Gris on objects and García on electronics, this short improvised performance (only 17 minutes) has a noise as music feel to it and is paced almost like an ambient work. – david nemeth, acts of silence

Primera grabación de Miguel A. García a petición del sello de Keith Helt, Pan y Rosas, (sin contar con la edición de Cooloola Monster) y disponible para descargar libremente desde la web del netlabel. Acompañando el no-input de Miguel, la catalana Lali Barriere, quien se presentó con diversos elementos de micropercusión (como canicas), y micrófonos de contacto y el madrileño Tomás Gris, con su ya mítica bandeja que tiene globos, muelles y otros objetos, hacen honor a su fama de outsiders, para formar un trío sólido en forma y resultado.

Esta “música de cámara” fue registrada en un concierto íntimo que tuvo lugar en lo que fue Arphouse (el hogar de Tomás) ante un público muy reducido. Pasando por la edición posterior de Miguel, lo que fue aquel concierto se convierte ahora en una pista de unos 20 minutos de duración.

Es muy interesante cómo trabajan los tres músicos en esta grabación, ya que ninguno de ellos utiliza instrumentos tradicionales, pero tampoco generan sonidos por ordenador. Se encuentran en una tierra de objetos encontrados, reutilizados y amplificados como si de una sesión futurista de Los Angeles Free Music Society se tratara.

Futurista por el resultado. El paisaje aquí descrito a partir de la improvisación libre nos traslada a un terreno áspero, frío y violento que bien recuerda a esas realidades distópicas del cyberpunk, o sin irnos tan lejos, al colapso industrial contemporáneo.

Conforme avanza la pieza, el sonido se va llenando de color, siempre de una manera agresiva formando un abstracto y errante in crescendo. Los sonidos que al principio parecían bloques de cemento, ahora cobran vida de una manera monstruosa, explotando en chirridos de lo que parecen quejidos de animales. Todo ello termina desapareciendo poco después, devolviéndonos al punto de inicio.

Atractiva narración, en definitiva, sea lo que sea que se esté contando aquí. – Miguel Angel de Blas, fungus cerebri

Escuchar Chamber music ha sido una experiencia, ante todo, extraña, y os cuento por qué. El verano pasado asistí en Berlín a la presentación del trabajo de dos músicos chinos en un espacio gestionado por japoneses (jaleo oriental). Improvisaban con instrumentos fabricados por ellos mismos, me parecieron amasijos de sensores (artefactos, músicos -el cuerpo humano como conglomerado de sensores- y su creativa combinación), y lo hacían visionando al mismo tiempo unas imágenes muy viejas sobre la tortura china. Estas imágenes, y la escena en su conjunto, eran realmente impactantes. Pues bien, el trabajo de Lali Barrière, Miguel A. García y Tomás Gris me ha recordado al de esta pareja de artistas chinos. No sé por qué, pero esto es lo que me ha sucedido. En todo caso, no tiene nada que ver con la tortura, el martirio o el tormento: escuchar Chamber music ha sido grato. La memoria es misteriosa, sorprendente: conecta procesos alejados en el tiempo y el espacio; enlaza sensaciones con orígenes dispares; acopla texturas desemejantes.

La improvisación de estos tres músicos, sobre todo a partir del minuto cuatro, crea una cálida y refinada atmósfera de intimidad, seguramente -aventuro- porque está naciendo una auténtica comunicación entre ellos y el proceso se está dando en el espacio de una pequeña habitación (Arphouse, chamber). Hacia el minuto catorce, la pieza, además de conservar aún ese punto de intimidad que comento, gana en intensidad, en emoción, en complejidad. La energía se acumula de una manera palpable, y uno podría incluso arriesgarse a anticipar un final explosivo. Aunque se equivocaría, como sucede con casi todo aquello que se crea a golpe de intuición, sobre la marcha, ajeno a lógicas cartesianas.

Cuando escuchamos a alguien, inconscientemente, ponemos nuestra mente en el mismo lugar que la mente de quien habla. Entonces ambas mentes convergen. Esa es la esencia de la comunicación. Y aquí llegamos a la magia del acto creativo y comunicador: seis mentes concurren gracias a dos procesos improvisatorios no simultáneos, las de los dos artistas chinos, las de Barrière, García y Gris, y la mía. Así es como el ejercicio sonoro de la libertad se funde, en un pispás, la materia en que consiste la propia música: el tiempo. Así es como Chamber music nos hace tomar conciencia de nuestra incapacidad para aprehenderlo todo: «Sólo tenemos una parte mínima del código.» Yo sólo os cuento lo que me ocurrió, por si quisierais probar suerte. Alguien dijo: «El mundo es oscuro», y creo que no se equivocaba… – Tom Lafont, ursonate.